sábado, 2 de diciembre de 2017

Claudia, la gobernadora más apreciada por los santiagueños

Por Oscar “Cachín” Díaz.
Claudia de Zamora gobernó con su estilo propio de acercamiento y acompañamiento hacia los santiagueños del interior de la provincia, a quienes escuchó en diálogos directos.
En un tiempo en el que nadie perdona nada a los políticos porque casi todos son sospechados de malversar la cosa (o plata) pública, una joven mujer, esposa y madre, abogada y escribana, se va por la puerta grande y con el cariño de la gente; sin un solo reproche. Es el caso de Claudia Alejandra Ledesma Abdala de Zamora, quien en sus cuatros años como gobernadora de la provincia de Santiago del Estero cumplió al pie de la letra con un consejo que se escuchó decir al papa Francisco a todos los políticos del mundo: “Las dos virtudes indispensables de un gobernante son el amor al pueblo y la humildad”.
Claudia, que el próximo domingo 10 de diciembre deja la primera magistratura santiagueña demostró que actuando con humildad se sirve mejor, acercándose y escuchando a los santiagueños que menos tienen.
En nuestro interior provincial se presentó como una más y no prometió nunca una obra grandiosa, faraónica. Dispuso apenas de los fondos necesarios para cambiarles el rancho en el que vivieron desde siempre por una casa de material con cocina y baño. También les proveyó de agua potable.
Asimismo, a cada pueblito o comunidad le mejoró la ruta o las calles, puso en condiciones el hospital o la sala de primeros auxilios y garantizó que nuestras escuelas del "Santiago profundo" también impartieran la enseñanza con la misma calidad de la que gozan los alumnos de las grandes ciudades.
Con ella, los santiagueños que viven lejos de la Capital no tuvieron que molestarse y viajar hacia la Casa de Gobierno. Todo lo contrario. Claudia de Zamora enfrentó el desafío de ir hacia ellos, siempre abierta y dispuesta a atender las necesidades reales de cada sector. Se dedicó a poner el oído y escuchar a sus hermanos, sabedora de que fue gobernadora por y para la gente y, consecuentemente, que su deber era el de estar al lado de los desposeídos.
No hay foto alguna que la muestre en un estrado y con micrófono en mano hablando desde un palco. Ella escapó a la moda de la oratoria cuando estuvo entre las familias del interior. Prefirió cultivar el arte de escuchar y sacó mejor provecho que el político más encumbrado, justamente porque la gente del campo tiene la necesidad de ser escuchada. Con Claudia de Zamora nuestros comprovincianos que viven allá lejos aprendieron que hay políticos capaces de comprenderlos, de aceptarlos y de interesarse de sus pequeñas cosas.
Por ese estilo del mano a mano y del encuentro sincero con mayores, jóvenes y niños de nuestro interior, la gobernadora fue cosechando el respeto y el cariño de las gentes. Ahí estaba "su" secreto que los encuestadores no podían desentrañar cuando se preguntaban por qué la gobernadora aumentaba cada día su imagen positiva. Desde que asumió y hasta ahora que deja el cargo de primera mandataria, nunca bajó del 70 por ciento de esa preferencia entre los santiagueños.
Claudia junto a su esposo Gerardo Zamora y los tres niños del matrimonio.
¿Un fenómeno? No. Claudia Alejandra Ledesma Abdala de Zamora ingresó a la política y asumió la Gobernación (de la mano de su esposo Gerardo Zamora), llevando a la práctica los ejemplos de vida que le supo trasmitir su abuelo materno, el inolvidable médico y político radical doctor Ricardo “Pololo” Abdala, quien falleciera en enero de 2014, y a quien sus coterráneos de La Banda recuerdan como el buen médico y mejor persona que siempre estaba dispuesto a dar una mano o “hacer una gauchada” a los pobres.
En fin, Claudia gobernó con humildad y se ganó el aprecio de sus comprovincianos y, en lo personal, cumplió con los principios y valores que como hombre público supo transmitir su entrañable abuelo.

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