viernes, 17 de julio de 2015

Miguel Alberto Salvatierra, otro amigo que se fue

Por Miguel A. Brevetta Rodriguez.

Se fue otro amigo: Miguel Alberto Salvatierra, un notable santiagueño con quien a fines de la década del 60’ nos conocimos compartiendo militancia e ideales en procura del retorno de la democracia, cuando el mal de la dictadura parecía entronizado para siempre dentro de nuestras instituciones.
Ferviente representante de la resistencia peronista, nos ilustraba sobre las peripecias vividas en el campo de las ideas, de las dificultades sobrevinientes para quienes sostuvieron la doctrina justicialista, la persecución, el odio, el desprecio por el ser humano, propio de una guerra fratricida que no dejó margen para el ideal o el crecimiento de sus contemporáneos.
Tuvimos como bunker de reuniones las mesas a la intemperie del Barquito Bar que las compartían solamente nuestro grupo cerrado, formado por Gaspar Villarreal, Segundo Osorio, Ernesto Vaccari, Justo José Rojas, el maestro Victoria y su inefable perro y algún otro contertulio que en este instante no recuerdo.
Coincidimos con la formación del Frente que sostuvo la candidatura de Francisco López Bustos, con quien más adelante fundamos el Centro de Estudios Reconquista, junto a René Gómez Álvarez, Guillermo Abregú Mittelbach, Luis Alen Lascano, Edmundo Robles Avalos, Arturo Valentín Velarde y muchos otros baluartes del pensamiento nacional y popular.
Miguel fue un periodista pensante, cauto, que expresaba su pensamiento con un decir pausado sin dobleces, ni eufemismos que pudieran desvirtuar su contenido. Siempre impecable y atento, en consonancia con los viejos caballeros que anteponían el honor ante cualquier tipo de desatinos. Con tono paternalista me indicó las ventajas y desventajas de hacer política en el terreno provincial, de los intereses políticos y de los económicos, que a escondidas, elaboraban tramas muy difíciles de sortear.
Homenaje a un buen amigo: Miguel Alberto Salvatierra.
Se apasionó por la historia bien temprano y se adentró sin pausa en los vientos del revisionismo que le mostraba el reverso de una misma moneda y así se los vio: “…Por Irigoyen y en yunta con tu amigo Miguel A. Salvatierra, los dos hicieron el aprendizaje de la lectura patria desde el segundo nacionalismo, el de Ricardo Rojas. Se recibieron de  “nacionales”, según el sustantivo que en los 60 tomaba distancia de las versiones totalitarias. Con esos aprestos, cruzado el pecho por la talega criolla al modo del zurrón castizo…” (Arena Política: Luis C. Alen Lascano, por Eduardo José Maidana,  27 de septiembre de 2010)
Recuerdo que el  22 de agosto de 1973, estuvo presente en la Casa de Gobierno cuando asumí como director general de Cultura de la provincia, coincidiendo que esa misma noche lo hacía también otro amigo querido: Guillermo Abregú Mittelbach en la Secretaria General de la Gobernación, el mismo cargo que él había ocupado con anterioridad.
Lejos quedaron esos encuentros señeros cuando la llegada de Raúl Matera cerrando la campaña, o  el arribo a la provincia de los restos de Ramón Carrillo desde Belem do Para, el anecdotario humorístico del padre Pedro Badanelli o las travesuras Alberto Ottalagano, cuando rector de la Universidad de Buenos Aires.
Esta vida que vivimos día a día, se va poblando de distancias no queridas, mientras se bifurca en silencio por extraños laberintos, que sin pensarlo nos van distanciando hasta el límite del cuasi olvido.
Hacía tiempo que nada sabía de este profundo y generoso amigo que acompañó mis primeros pasos en las lides políticas y en la vocación cultural. Pertenecimos a dos generaciones marcadamente diferentes, pero ello no fue óbice para el surgimiento de una amistad edificante, que celebro y admiro desde aquí y para siempre.

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