lunes, 15 de julio de 2013

Acerca del voto popular

Por Aldo Bravo, líder del Partido Socialista-Santiago.
En cada oportunidad que tiene Cristina Fernández se refiere elíptica o directamente a la frustrada elección popular de los miembros que integran el Consejo de la Magistratura. Todos sabemos que la Corte Suprema de Justicia de la Nación tachó de inconstitucionales algunos de los artículos de las leyes que había aprobado el oficialismo K y sus aliados provinciales. Entre ellos, los artículos que establecían el incremento de los miembros del Consejo de la Magistratura y la convocatoria a la elección de consejeros el próximo 11 de agosto en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso).
El 9 de julio dijo en Tucumán : “No me hablen de seguridad si no democratizamos la Justicia…”.  El 20 de junio en Rosario se había postulado para jueza cuando termine su segundo mandato presidencial y deslizó en su incontinencia verbal la posibilidad de medidas cautelares que alguna vez puedan impedir la elección del Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo.
Este alarde demagógico de endiosar la llamada voluntad popular tiene un costado bastante oscuro. Los socialistas que pertenecemos a la izquierda democrática somos muy respetuosos del voto popular y aceptamos -como debe ser- el veredicto que en los comicios dejan las urnas, pero también hace mucho tiempo que venimos reclamando una autentica reforma política que instale la boleta única tal como lo hemos hecho en Santa Fe, durante el gobierno del doctor Hermes Binner.  A fines de 2010 cuando el gobierno K aprobó la ley de  Democratización y Transparencia Electoral mantuvo “inexplicablemente” el obsoleto sistema de las boletas electorales (sábanas).
             
Transparencia

Pese a los dichos del Gobierno nacional, nada se hace a favor de la boleta única o al  voto electrónico en la Argentina.
La verdadera razón por la cual se mantiene la emisión del voto tradicional en las elecciones nacionales tiene que ver con la poderosa influencia que significa para el poder político de turno ser la única fuerza en condiciones de controlar el total desarrollo del acto comicial. Pensemos que en todo el territorio nacional habrán varias decenas de miles de mesas de votación: ¿qué fuerza política nacional tiene la cantidad suficiente de recursos humanos (militantes) y económicos para fiscalizar correctamente?  Obviamente la respuesta es: ¡ninguna!
¡Este es el verdadero motivo por el cual no se hace lugar a la boleta única o al voto electrónico!  Con el sistema actual los partidos quedan rehenes de la empresa que el Estado contrata para la distribución de los votos y de la honestidad cívica de las autoridades de mesa que son designadas por la justicia Federal con competencia electoral de cada distrito. Pero también es cierto que por más que no haya votos en una cantidad indefinida de mesas de alguna de las fuerzas que compiten en la elección, la jornada electoral sigue su curso. Otro tanto sucede si los votos son sustraídos durante el acto electoral y no hay fiscales para hacer la reposición de los mismos. Y, por supuesto, a la hora del escrutinio, cuando se cargan los datos en el telegrama que se le hace entrega a los encargados de trasladar las urnas hasta el centro de cómputos.
Es decir, una serie de situaciones que se pueden presentar que están libradas a la buena voluntad de personas ajenas al oficialismo de cada provincia. Imaginemos a los gobernadores K -despojados de este control absoluto- que se disputan entre sí el cetro de la victoria electoral por el mayor porcentaje posible para después ir a Buenos Aires a ofrecérselo a CFK. Y a nivel provincial a los intendentes y comisionados santiagueños que compiten por el trofeo del triunfo más amplio hasta el desparpajo de llamar a una de nuestras ciudades más queridas “Capital nacional del kirchnerismo”.
Acaba de hacerse público que a cada elector se le entregará un comprobante de haber votado y ya no se sellará el documento de identidad. Si esto contribuye a transparentar la elección, bienvenido sea. Sin embargo, seguimos sosteniendo la puesta en práctica de la boleta única que libera a los partidos políticos de la necesidad de tener un fiscal en cada mesa de votación, ya que el presidente de mesa es el que hace entrega de la boleta y el elector sólo tiene que marcar con una lapicera el candidato de su preferencia. A su vez se emplean tantos tipos de boletas y de urnas como categorías de candidatos se eligen, evitando de este modo el efecto arrastre negativo de la lista sábana y que algunos vivos pongan su nombre en la boleta al sólo efecto de la tracción a favor de candidatos desconocidos.

Voluntad popular

En consecuencia, si tanto se vocifera sobre la voluntad popular lo primero que hay que hacer es garantizarla. Lejos están de hacerlo el gobierno nacional y sus seguidores provinciales.
Por ello, han mantenido el statu-quo en cuanto al sistema electoral y de allí también los porcentajes surrealistas que aparecen en tantas provincias de la Argentina.
Y esto sin entrar a desmenuzar cómo se tergiversa el derecho a elegir libremente mediante la práctica del clientelismo más brutal que tengamos memoria.   

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