viernes, 17 de mayo de 2013

Videla, un producto argentino y de los ‘70

Por Ceferino Reato, autor de Disposición Final, uno de los últimos en entrevistarlo.
Jorge Rafael Videla fue un producto genuinamente argentino, atravesado por esa vieja antinomia entre amigos y enemigos que viene desde el fondo de la historia y que cada tanto resurge para reflejar esa imposibilidad tan llamativa de generar un país donde haya lugar para todos.
En ese sentido, cuando lo entrevisté, él seguía considerándose como un general que había conducido una “guerra victoriosa contra la subversión”.
Los enemigos, los malos eran, para él, los otros, los que querían imponer en el país una revolución socialista y que no podían ser llevados ante la Justicia o fusilados sino que debían ser muertos y sus restos, desaparecidos “para no provocar protestas dentro y fuera del país”.
“Eran el precio que se debía pagar para ganar la guerra contra la subversión”, me dijo.
Me pareció una persona implacable, un cruzado dispuesto a todo con tal de lograr el objetivo. Creo que esa idea de que los fines justifican los medios es también una característica de nuestra cultura política y por algo fue que sólo en la Argentina hubo tantos desaparecidos.
Jorge Rafael Videla murió este viernes 17 de mayo, a los 88 años, en el Penal de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires.
Videla fue también una expresión de los setenta. Por lo general, se relaciona a los setenta con los jóvenes que portaban un ideal revolucionario pero en aquellos años también hubo otros jóvenes que tenían un ideal contrapuesto: “impedir que la Argentina se convirtiera en otra Cuba”. Eran los contrarrevolucionarios, para utilizar una expresión de Mao.
Terminó siendo el líder de estos contrarrevolucionarios asistido por una manera de entender y practicar el catolicismo que lo llevaba a considerarse como un instrumento divino. Videla rezaba el Rosario todas las tardes y comulgaba todos los domingos. “Creo que Dios nunca me soltó la mano”, afirmó en una de las entrevistas.

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