lunes, 19 de marzo de 2012

Corruptelas y muertes: ¿Llugdar no será otro “Domínguez”?

Dos son las “grandes” bandas del zamorismo que arrasan con campos fiscales, y que las conducen una abogada y un “vendedor de tierras”; allegados al gobierno.
¿Se acuerdan de los sellados apócrifos en la dirección de Rentas? ¿Del empleado honesto, Raúl Domínguez, que fue llevado a Delitos Comunes de la policía provincial y declaró (como testigo) mencionando con nombres y apellidos a los funcionarios y empresarios contribuyentes que habían estafado al erario público, mediante los sellados en una “timbradora” paralela que funcionaba en la repartición? ¿Recuerdan que porque Domínguez se negó a modificar su declaración, los jefes de esa dependencia policial (al mando de Ramón Omar del Valle Gorosito) lo torturaron en connivencia con el entonces juez del Crimen Juan Antonio Jorge? ¿Tienen memoria y se acuerdan que Domínguez dejó de existir en Delitos Comunes y que su cuerpo fue escondido en una casa abandonada del barrio Borges y luego arrojado en un baldío cercano a su hogar?
Murió por honesto, conforme a las “normas” y “códigos” impuestos por el zamorismo, este régimen y estilo de gobernar, donde no sirve el que no hace negociados con los funcionarios.
No hay que olvidar, entonces, que Domínguez fue asesinado porque se animó a desenmascarar a los corruptos, y hay que tener memoria que lo mató esta mala la policía que trata de encubrir a los malvivientes del gobierno zamorista.
Luego, descaradamente, el entonces jefe de la dependencia policial (el tal Gorosito), denunció que en el barrio Huaico Hondo y cuando dejó abierto el móvil policial en el que se conducía, “personas desconocidas” le habían robado la radio portátil y la declaración de Domínguez en la que figuraban los estafadores de Rentas.
Todo un horror.
Raúl Domínguez, el honesto empleado de Rentas que contó quiénes sellaban en la timbradora “melliza”, y que por ello fue asesinado en la policía de Zamora.
Hasta hoy se espera que alguien les pida rendición de cuentas al ex juez Jorge y al ex jefe de esa dependencia judicial Gorosito, para que digan por qué las fojas con el testimonio de Domínguez no estaban “atadas” al expediente, sino que “viajaban” en el móvil de la policía.
Toda una gran mentira. La realidad indica que mataron al empleado de Rentas y luego esfumaron su declaración con los nombres y apellidos de todos los delincuentes que urdieron los desfalcos y el crimen.
La causa Rentas está en fojas cero. Hoy, un tal Pablo Toviggino, presta nombre y testaferro de Gerardo y Daniel Zamora, convertido en otro de los “nuevos ricos”, anda suelto pese a que todos los investigadores saben que él escondió la “timbradora melliza” con la que maniobraban ilícitamente contra la dirección general de Rentas.

Tierras, otro empleado muerto

Un abogado, Néstor Schammas, amigo y presta nombre de un alto funcionario del gobierno zamorista, debía ser investigado porque figura como “dueño” de un campo de 4.200 hectáreas, al que luego “vendió” en tres fracciones. Más tarde, se comprobó que el predio pertenecía al Estado provincial.
La denuncia fue formulada por un abogado porteño que fue víctima de la maniobra al comprar a Schammas, de buena fe, una de las tres fracciones. (Este abogado denunciante es amigo del ministro nacional Julio De Vido).
Lo cierto es que el expediente contra el abogado Néstor Schammas está “cajoneado”, y los funcionarios del Poder Ejecutivo, los jueces y el fiscal de Estado miran para otro lado.
En cambio, estos funcionarios se publicitan y transmiten que están “profundamente preocupados por el robo de campos fiscales”, pero resulta que mandan presos a perejiles mientras los verdaderos ladrones (casi todos vinculados con alguien de este gobierno provincial), andan sueltos y ni siquiera se los molesta por una testimonial.
Uno de esos perejiles que estuvo preso, en la misma dependencia donde mataron a Raúl Domínguez, fue Norberto Edgardo Llugdar, quien cayó en la volteada del robo de campos en su condición de empleado del Registro de la Propiedad. El sábado, apareció muerto en la celda de Delitos Comunes.
Corresponde denunciar que con él se ensañó el juez del Crimen Ignacio Coria Vignolo; un magistrado que recibió la orden de la Casa de Gobierno para que lo mantenga entre rejas por mucho tiempo.
Cumplió la orden, y descuidó el cumplimiento de sus funciones, ya que lo que correspondía que hiciera era poner en libertad a Llugdar al término de la indagatoria, en razón de que el delito del que se lo acusaba es excarcelable.
Reiteramos, Coria Vignolo recibió la “orden de arriba” de demorar la libertad del empleado del Registro de la Propiedad, y por ello le impuso una caución real de un millón de pesos.
Habría que preguntarse por qué Coria Vignolo no remitió a Llugdar a la Alcaidía del Palacio de Tribunales, que es el lugar de tránsito de los detenidos indagados; de allí salen libres a sus casas, o siguen presos en la Cárcel Pública de Varones.
Este juez dejó a Llugdar confinado en el calabozo de Delitos Comunes; allá, en la repartición donde asesinaron a Domínguez.
Ahora, con el “fallecimiento” de Llugdar “por un paro cardio respiratorio”, se ha perdido a un testigo fundamental si es que realmente se quería llegar a la verdad y al castigo de los “ladrones de tierras del Estado”.
Ha muerto Llugdar y los abogados, escribanos, gestores y todos “los de arriba” están más cómodos. Claro, el empleado desaparecido los conocía perfectamente a todos los que tramitaron los chanchullos de las tierras públicas, porque era quien asentaba y registraba las escrituras de los campos.
Ahora, la familia de Llugdar tiene la obligación de buscar, “por fuera”, la verdad de lo que le pasó al empleado del Registro de la Propiedad en esa celda de Delitos Comunes; en la que torturaron hasta matarlo a Raúl Domínguez, quien todavía no descansa en paz porque sus asesinos siguen en libertad.

Los circos que realizan el fiscal de Estado Raúl Abate Soria y la gendarmería, en campos fiscales, siempre esquivando las tierras que están en manos de zamoristas.

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