martes, 20 de diciembre de 2011

Maquillaje navideño

Por Sergio Sinay.

Se llama espíritu navideño y se nos suele pedir que, en su nombre, olvidemos rencillas y rencores, que no ahondemos en cuestiones ríspidas, que demos tregua a los temas dolorosos. Esta semana no habría que hablar de femicidios, aunque se sigan matando mujeres gracias a una muy vigente, apañada y estimulada masculinidad tóxica. Esta semana no hay que hablar de hijos huérfanos con padres vivos, padres que olvidan sus funciones o las confunden con comprar, comprar y comprar. No habría que hablar de que los corruptos siguen en sus puestos y funciones, incluso en las más altas, en una sociedad que hipócritamente elude las sanciones morales. No hay que mencionar que vivimos en una democracia cada día más vacía de contenido, sin escucha ni respeto a las minorías, con una justicia utilitaria, injusta y lenta con las víctimas y servicial y veloz con los poderosos políticos, económicos o sociales. En estos días, ni una palabra de que la anomia es la verdadera norma de este país en el que unos pocos estúpidos (así se sienten, así los ven) creen en las leyes y en las reglas y las cumplen. No hay que empañar la fiesta del consumo salvaje en el que cada quien hace de su ombligo el centro del universo y del egoísmo un credo que tiene sus parroquias en los shoppings.
El 2 de enero los hipócritas volverán a llamarse hipócritas, los inmorales lo serán a cielo abierto, los corruptos seguirán en su quehacer voraz, los golpeadores continuarán golpeando, en las rutas circularán por miles los potenciales asesinos al volante (sobrepasando límites y leyes) hasta que dejen de ser potenciales. Los famélicos estarán más hambrientos y los que hambrean estarán más obesos. Mientras tanto, se nos pide que tendamos un manto de olvido (uno más) llamado espíritu navideño.
Ese espíritu se parece a los discursos necrológicos, en los cuales la muerte y el olvido maquillan como buenos a los peores, como valientes a los cobardes, como bellos a los horribles y como héroes a los villanos. No hay que preguntar en estos días por el origen de la Navidad. Sobran los que lo ignoran, es una pregunta desatinada, ajena a estos tiempos, digna de aguafiestas. Humildad, meditación, reflexión, transformación, sacrificio, generosidad, aceptación, moderación, sobriedad, espiritualidad, moralidad son palabras inoportunas en estos días, pertenecen a un idioma desconocido. Habrá, sin embargo, quienes las pronuncien y las honren. Hace 2011 años que, pese a todo, existen esos empecinados que hacen girar al mundo convirtiendo a esas palabras en acciones. Ellos tienen espíritu navideño durante 365 días de cada año. Son pocos. Como en el comienzo.

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