miércoles, 9 de noviembre de 2011

El costo del final

Por Sergio Sinay.
“Si un gobierno que preside un momento de prosperidad económica no hubiera triunfado en las elecciones, habría ingresado en el libro Guinnes de los récords”, comenta el sociólogo Juan Carlos Torre en una entrevista que le hace Ricardo Cárpena en La Nación (Suplemento Enfoques 6-11-11). En el mismo suplemento la periodista española Soledad Gallego-Díaz cita un párrafo de una nota publicada por la revista polaca Res Pública Nowa: “Buscamos alguien que tome la responsabilidad, que lleve adelante decisiones en nuestro nombre, que ofrezca una visión, que restablezca la confianza en el Estado, que nos haga sentirnos libres de las obligaciones de la ciudadanía en los próximos años”. Carl Jung llamaba coincidencia significativa o sincronicidad a la circunstancia de que hechos en apariencia no conectados ocurrieran al mismo tiempo. Hay en ellos, decía, una profunda unidad de sentido. Esta es una coincidencia significativa. Un sociólogo argentino y una revista polaca hablan de lo mismo. De la deserción en la responsabilidad por la consecuencia de las propias acciones, de la desaprensión hacia los valores morales (o a la ausencia de los mismos) conque es gobernada una sociedad, a la priorización de los nuevos vellocinos de oro (de plástico en realidad, que es el material de las tarjetas de crédito y débito) que se veneran por encima de las cuestiones trascendentes.
Cuando prosperidad económica y descomposición moral se unen las sociedades suelen emular al doctor Frankenstein y, como él, producen monstruosidades que luego se vuelven contra ellas. El doctor Frankenstein se proponía emular o suplantar a Dios. Algunas sociedades creen que el consumo es para siempre y sin costo. Así como fatigan las tarjetas con la ilusión de que luego no habrá que pagar, así creen que la intolerancia, la prepotencia, la corrupción, la ausencia de justicia y de ley, la pobreza perpetua de buena parte de sus miembros, la violencia y la anomia no tendrán costos o lo tendrán solo para los otros. Hasta que llegan las facturas. Con intereses.

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